domingo, 10 de abril de 2011

CHAMPION´S EVE




Recuerdo cuando era enfermera, dice Magda, en su lecho de muerte. Su hija la casada solloza tratando de aparentar fuerza, su hija la soltera tiene la cara como paralizada, no es miedo y no es apatía, es algo más; como si fuera la justificación del misterio. La soltera sostiene con fuerza una manta arrugada entre sus manos. Recuerdo cuando era enfermera en ese hospital de la guerra, dice Magda, y sobre todo recuerdo a ese pequeño hombre, lleno de esquirlas el cuerpo, y sin siquiera haber estado en batalla. Tenía muchas, sino todas las enfermedades, sífilis gota diabetes trombosis principios de cáncer, todas, menos en la cabeza, eso se veía, ni tampoco el síndrome de corazón débil, eso se veía. Pero sobre todo recuerdo cómo reía, su manera de reír, no como un desaforado, reía como convencido de que la felicidad no existe, y reía y reía, sin escándalo. Eso decía Magda, y entonces su hija la casada soltó un sollozo, y la soltera apretó más fuerte la manta arrugada en sus manos, y Magda, viendo algo en el aire que no era el aire, con los ojos limpios, como si la gloria fuera la enfermedad, comenzó a reír, reír y reír, pero no como una desaforada, más bien como convencida de que la felicidad, de que la felicidad.




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