domingo, 22 de enero de 2012

CARTA NO ENVIADA UN DOMINGO QUE FUE MIÉRCOLES (22 - 12- 2010)



No me he ido,
aún sigo colgado del techo esperando un silencio 
menos espectral que el hueco de tu voz,
algo, esta sobrevivencia luego de la muerte inmediata de los hilos del día,
no me fui,
sigo caminando mientras duermo acostado sobre los fierros
de una fábrica en ruinas para siempre,
sigo habitando todas estas sombras hasta el punto de verte con más luz,
como en una fotografía hinchada de colores, donde sonríes
y tienes ese vestido tan tuyo tan de flores tan azul pacífico
la chispa inocente que precedía a tu cuerpo,
veo el único ojo que me queda hacia las estrellas, soy un cuervo
insomne
a punto de gritar tu nombre, antes del agua, antes del océano,
el golpe de las olas en esta habitación, postal de la nada, otra vez,
vuelves con tus manos de humo, vuelves y entras
como un ventarrón de aves sin alma, hacia el metal frío,
todas las televisiones de los vecinos están prendidas,
y yo estoy ciego y amarrado hacia la noche,
de un mástil de mármol glacial apuntando a las estrellas, no hay aún huella
de tormenta,
es sólo la sospecha de tu nombre que no lo digo por no levantar
a los insectos del hastío, a los escarabajos dorados
que duermen en el excremento que hay debajo de todas las casas, tan largo
este camino cuando acostado voy yéndome por la calle mojada,
afuera es domingo y tú no te me exorcizas, tú sigues en el agua de todos
los sueños, y yo soy un alfil sin brazos
en la mitad de esta boca oscura que es la noche, soy un gato a punto
de ser disecado como un viejo niño con alas de ceniza guardadas
en tantos libros
que ahora sólo sirven de dinamita mojada, aún no es tiempo de que mueras,
aún no hay nadie al otro lado de estas puertas que suenan sin culpa,
sin entrañas donde decir que fue la vida y era perfecta,
donde decir,
este pan fue nuestro y todo el mundo era feliz, no,
aún no es tiempo, no habrá olvido en el lugar de la risa,
no habrá ni una plaza donde el mundo no se sacuda luego del sueño,
donde nos besamos como dos hombres, como dos mujeres, como dos únicos y perpetuos niños
en el pétalo de la luz del día, no,
arriba, las cocinas de los extranjeros comenzarán a bullir, nosotros reiremos tanto,
tanto, hasta saber que no era esto lo que el día nos trajo,
hasta ver la última noticia de la ola, esa carta fría y sin letras donde vivimos aún,
y para siempre,
sin dejar que al mundo le crezca la maleza, sin dejar
que todas las mascotas mueran a la altura de lo desaparecido.