Para C. O.
por la luz compartida
Un animal
inmenso ha despertado en los ojos.
Hojas de
piel, hojas animales, hojas que gritan.
El signo de
la noche es aquí el cuerpo,
mirar la
espalda de una mujer es ver al infinito,
condena en los hospicios del oxígeno,
trozo de
infierno venerado infierno.
Los días no
serán exactos como en los relojes,
el aroma de
una mujer ha anidado en la respiración
y las
calles, torcidas, secas, irregulares,
son otro
país sobre un mismo país,
otro camino
sobre un mismo bosque invisible,
donde mi
rostro se pierde hasta encontrar
el agua que no existe
el agua que no existe
y sin
embargo salva la vida hasta el colmo, el tope, el hastío,
la resurrección y el punto donde explota
la resurrección y el punto donde explota
el cielo y
comienza la lluvia de piel sobre la piel.
Una mujer
duerme de espaldas a la tierra,
tengo miles
de niños en mis ojos,
me esparzo
entre la maleza de estos sueños
y veo
nuevamente el color del metal que cuido desde el vuelo,
soy un
hombre al cual el caos ha dejado estable en la brisa.
Soy un
hombre que posa la boca en el tallo de la gloria
donde una
mujer duerme y lo que brilla no es daga, no es río,
es aire donde están todos los ríos,
color de nadie sino nuestro.
Un hombre
que mira a una mujer dormir
está
condenado a la belleza para siempre.
Está
salvado y redimido a la vez que sin remedio:
suelta la
vida como el agua que da al mar.
Suelta la
horda de animales que lleva dentro y la santificación
de las
cosas de la vida se vuelven reales y animadas,
como un
caballo de madera que de repente toma vida
y resopla
con el brío de un corcel potente.
Juro que
una mujer me ha crucificado
y la bala
de lo perfecto no está en mis costillas
sino en
todo el cuerpo y en la sombra del cuerpo.
El colmillo hundido de
su piel, llega al hueso y la ceniza se vuelve luz.
Una mujer
fulmina los pájaros del miedo
con sus
brazos blandiendo el viento en dirección a la noche.
Un hombre
condenado a la belleza de una mujer
reza como
un ciego poseído de furia y hieratismo,
como el más
descolocado de los fieles,
reza, a un sol y
una luna donde dios existe pero duerme
y sin
embargo no sabe de la belleza
de la
espalda de una mujer durmiendo y despertando.