lunes, 25 de junio de 2012

RANCLACIÓN SOBRE LA TIERRA




La parte desenredada de nuestros sesos que eran ya uno solo,
todos nosotros llenos de días, y de luz entre las cortinas,
o de luz de noche -que es la mejor, la única- entre los sillones, 
entre los libros y la alfombra, 
entre música sólo honrosa por la nicotina. 
(las botellas siempre serán parte del paisaje,
aquí lo extraño es la otra indumentaria de las cosas)
La parte esa donde descansaba nuestra furia
porque nuestra furia era nuestra única alegría,
desenredados y juntos, pero tejidos entre sí
los sesos nuestros, con su prueba única
que eran las bocas hablando, inhalando el vaso, el beso,
las bocas que negaban todo resquicio de metal,
toda respiración que no esté colgada del pecho
como el hálito de un ciervo degollado.
Nosotros, tan de sesos en el filo de la llamarada:
ese color que es una palabra parecida a la felicidad,
parecida al infierno,
que es un grupo de sesos fundidos
contemplando el fin del mundo
o compartiendo la mesita de la sala
para seguir atando lo sesudo y lo ínfimo
con todo el instinto de sus fauces,
porque encontramos nuestro jardín allá donde empieza y termina toda mentira,
allá donde el lugar de las cosas no tiene nombre,
sino olor, sino aroma, sino rostro, rostro de nuestros sesos desenredados
pero tejidos entre sí,
como un cuadro bello y siniestro
donde aparecemos destruidos y felices
todos los hermanos de la jornada
sin el miedo.

domingo, 10 de junio de 2012

Una huella
es una mecha abriéndose,
un paisaje interno,
como una niebla,
como un mar frío,
como un sonido de martillo
cayendo en la garganta.

Una huella
es una ceguera momentánea
un doble animal
lleno de nosotros
muriendo y reviviendo
en el aire
donde debió haber un pecho.

Santiago B.

martes, 5 de junio de 2012


BURBUJA Y BLITZKRIEG


El mundo está lleno de esos seres incompletos que andan en dos pies
y degradan el único misterio que les queda: el sexo.
D.H. Lawrence


Tener el peso de las alas cortadas
no es tener el peso del hueco del aire y su grito.
Tener el peso de las crías degolladas
no es saber de memoria
el infierno que no existe en la cabeza del espejo.

Tener la sangre flotando entre las flores de la guerra
no es saber del alcohol
ni saber de los colmillos
ni saber de los perros sin dueño
que se amarran a la noche
como barcos malditos y perdidos
hasta encontrar un simulacro del abrazo,
no.

Tener una esfinge de carroña
atada a los cristales del miedo
no es tener el derecho a llorar
como un simio solo
en las inundaciones de la religión,
no.

Tener todos los huesos listos
para aceptar el absurdo de lo hermoso,
no da luz verde para la flagelación
ni el olvido ni la sarna
que puede atraer la adicción de las páginas.

No tener,
no tener,
no tener nada
de lo establecido,
es saber que lo visto es una sombra de lo visto,
que la decapitación del tiempo, es cuestión de videntes,
es cuestión de salvajes y hermosos simios del esperpento,
-no la horda de enfermos de la razón-
como una daga manchada de tinta
simios, entrando en la tierna carne de las hojas.