miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Rígido

                                                                                                                 Por Santiago B.






Tiesísimo, más tieso que una mesa, con el corazón en la garganta y a punto de salírsele, intenta hablar pero no le sale, sólo tartamudea y la cara de freak se le acentúa. Mierda, entonces sólo piensa, mierda, mierda, cómo es que uno se mete tanto arroz como si nada, como si el despertol forte fuera cosa de niños, piensa, luego andan diciendo por ahí lo que andan diciendo, eso de la sarta de drogadictos, al menos si dijeran drogaditos, pero no, lo dicen con saña, con mala leche, enfatizando la ce de diCtos en la palabra, y claro, piensa, cuando se la escucha de esa manera hasta el más nerd queda como un violador de infantes.

Sus manos son como una pala automática, de la funda a la nariz, así, con pocas pausas. Sigue tieso y continúa como si fuera azúcar, como si fuera sal: la sal no sala y el azúcar no endulza, piensa el Rígido, pero bueno, se dice, de algo hay que quedar mal, y supone que se ríe para sus adentros, porque afuera el témpano de hielo, la momia, soy una momia con la nariz fría, y la música no me toca, piensa, la música es un cuchillo que pasa por mi lado sin darse cuenta que ando a punto de la bomba atómica, corazón de colibrí, a mil por hora, entonces alza la cerveza, dice salud mientras se inventa una mueca nueva en el lugar de la boca, una sonrisa retorcidísima, no hay espejos, sólo música, humo, mesas y mujeres jóvenes que imagina hablan de cosas sobre la biología y los derechos de tal o cual cosa. A veces tiene la sensación de que se va a caer patas pa´tras de la silla, pero se mantiene, se agarra como cangrejo  -imperceptiblemente- de la mesa, e intenta sonreír. Obvio que se me debe notar la cara de tieso que me manejo, se dice, pero bueno, ya no hay vuelta atrás, estoy aquí, en este bar, qué bar, este chupadero, con un 2 por ciento de mujeres bonitas, y un 100 por ciento de hombres feos, la verdad, así el 2 por ciento de mujeres esté disponible no podría ni lanzar una palabra ahí, tiene la boca como un trapo hecho nudo. Toma más cerveza y piensa, no queda más que cagarme de risa de todo esto, entonces se sube a la mesa, como escapándose del colibrí mismo que lleva dentro y dice salud! Así, como un flechazo en el medio del cuchillo de la música, dice ¡¡salud!! Y alza la voz, entonces la gente piensa que lo hace de verdad, que de verdad está ahí haciendo y diciendo eso: ¡¡salud!! Y alzan las copas, alguien parece sonreírle sinceramente, y él alza el vaso.

Esto es una cagada, piensa, pero no puede parar de sospechar que está sonriendo para adentro. Entonces vuelve a su lugar, y todo sigue igual, excepto que ahora ya no está tan tieso. Saca nuevamente la bolsita y, por supuesto, la pala automática de la mano comienza a moverse como un martillo petrolero.