martes, 24 de abril de 2012

INTRODUCCIÓN AL PAÍS DE NÉANT


                                                                                                              A Santiago B.


Arranca esta mortaja de la vista a largo plazo,
mira ahora con el reloj sobre la mano antigua, apuntando al ocaso de la batalla.
Mantén tu pie, eso sí, tu frente, eso sí, -mantenlos juntos hacia la sal de la marea-.
Que luego de todo óxido, algo siempre quedará intacto:

Digamos el silencio, toda montaña azul en la retina, el hervir del suelo.
(Una canción podría formarse desde los antepasados.
Una canción podría devenir en los nietos o soldados que ya no están ni pertenecen).

Ahora que sabemos la función de la ficción del aire sobre el tiempo,
ahora que tenemos por contado la palma de la mano de la muerte,
el esquema frío, lejano, de todo beso hacia la nada,
ahora que ya no importa,
podrás entonces, mirar como si fueras un animal inconsciente e infinito,
mirar el color que no existe
                                         /con la sonrisa de una bestia, que acaba de inaugurar el mundo.



domingo, 15 de abril de 2012

ESTADO FINITO

Tú no naciste para morir, amor, nuestras montañas mienten,
hay un río, en el aire, hay una crucifixión inválida
por cada palabra perdida. Amor, nunca estuvimos muertos
más que en la mentira de la libertad. 
Nunca nos habíamos encontrado bajo la tierra, tanto.
Estas montañas mienten, amor, el alma se nos fugó antes del amanecer:
yo nos veía abrazados y disueltos bajo algún lago sin nombre, 
yo nos veía perdidos y abrazados 
sobre un inmenso pedestal incendiado en el aire. 
Fuimos los colgados, los ningunos, 
antes de que la gloria nos entrara a machetazos.
Amor, nunca más esta felicidad desplegada 
como un muerto insolente ante las montañas.
Amor, ciega, perdido, enferma, 
incineremos todo lo que queda de verdad
en el rostro de los otros, los nuestros. 
Esta forma de irnos juntos, sin haber planeado el crimen,
sin haber siquiera besado 
la calavera que duerme en todos nuestros besos.
Amor, qué insoportables somos todos cuando nos amamos ciegos, 
qué falta de vacío. 
Amor, estos huesos ya no nos pertenecen,
todas las naves se fueron por el borde del mar, 
Estamos muertos y brillando 
con la piel dentro de una navaja parecida a una catedral,
yo recuerdo, cuando vi tu tierra, 
tu asentamiento de cal sobre el rostro del cementerio,
nos dio por reír a los dos hasta que el jardín de huesos se esfumaba.
Amor, toda la farsa del mundo nos acogió,
tú, vestida de orangután y yo con un vestido celeste, 
qué rabia teníamos antes y después del amor, ¿recuerdas?
Éramos ciegos y carnívoros y casi infectados por la alegría
¿recuerdas? 
Cuánta arena blanca sumergida en la leche de nuestros pechos
oh, amor, yo nunca pedí tu nombre al cielo ni a la munición de la música, 
todo: perfección del accidente, el golpe sonámbulo de este dios, 
sí, amor, todas estas montañas mienten, 
la tierra no es, no será, no puede ser redonda,
como el mar que empieza antes de la cal y después de tu piel,
y no tiene el derecho a dejar la huella.
Porque el día de nuestra muerte yo forniqué 
con todos los fantasmas de tu cuerpo
amor, todo ahora
tiene un rostro, explosivo 
como un caballo que relincha dentro del sueño.
Fuimos perpetuos, nunca puros,
venidos y expulsados de la vida hasta tomar el jugo de la madera 
en todas las lágrimas de las viudas de Cristo.
Ni tú ni yo creíamos en esta resurrección
-tan fiel a la página en blanco-
donde hemos venido caminando,
hasta sabernos naturales como dos frutas
no cosechadas en el árbol de la agonía.
Tú ebria, yo ebrio, 
ellos más tristes por siempre sanos.
Amor, nos rompimos las calaveras sólo porque pudimos.