1.- INVIERNO
FRIGO:
Y estás aquí, ahora, casi mojada por las mismas barbas
de tus raptores, mientras la sangre sube al cielo
recorriendo las venas donde se concentró la enfermedad
de tus hijos de la patria muda, de sol infecto hasta los huesos.
SILICIA:
No es mi sangre la que sube, ni los hijos de mis hijos,
es la hiena que me habita, esa placenta a media noche
que se abre como un nacimiento, como un íncubo,
es la pólvora en mi vulva, esa chispa húmeda, la caverna
donde el fuego es húmedo y mata.
FRIGO:
Por eso he soñado con los cadáveres de los animales,
con el látex sobre la luz del día, cubriendo a los gusanos,
He visto el color de podredumbre de las frutas,
y he tomado la distancia de los desertores,
La mirada sobre el campo es ahora una daga invisible que flota.
Una reunión de brujas ciegas, la mirada es la estaca final
dentro del tórax, un cielo lleno de óvulos
bajando en forma de lluvia, de menstruo, o de beso
hacia la miseria de la tierra.
SILICIA:
No tengo a dónde correr:
mis tentáculos como en el fondo del mar, siempre
buscan la primera perla del amante
para ahorcarlo en la improvisación del vuelo.
FRIGO:
Y es la vuelta del caramelo sobre las cuerdas del ahorcamiento,
la lengua morada, esas órbitas con ojos soñando el llanto del fango,
lo he visto desde el principio de las guerras.
SILICIA:
No decidas la palabra sobre el fango, no acates el ojo del buitre,
dentro del oro y el agua, me he despojado también de los huesos
sobre mi cabeza, me he desnudado del olor insigne de mis crímenes.
Hoy no será el día (una mosca vuela con órbita de ojos abiertos en lo inerte)
en que levante mi polvo púbico y haga aspirar entre las barbas
de mis adictos, una solución implacable para la carne roja sobre el cuchillo.
FRIGO:
Aquí te esperan los astronautas, tienen esperanza en la cama de piedra
que ofreciste como una profecía, llegan de todas partes esta noche,
me han dicho de la ubicación de tu galaxia, y esa extraña pasión
tuya por las estrellas oscuras, los astronautas están desnudos,
tienen sus vergas enhiestas y frotándoselas en el hangar que cubre
al cielo de la lluvia en fuga, de las estrellas rojas, como colmillos ensangrentados.
SILICIA:
No hablaré del exilio con olor a gasolina de mis piernas,
ni de las estrellas. Aquí hay un insecto
que ha hecho su cuna de huevos en mis labios,
Pero mi boca insiste en entrar en el silencio,
como un caballo que cabalga hacia la noche.
FRIGO:
No estoy aquí, despertándote, no hay madera
en el medio de mi rostro, este no es un ataúd.
No digas que hay gusanos, si el beso tiene el vapor a selva:
agua rota, como muñecas flotantes en un charco, encima del cielo.
SILICIA:
Cuando la cuna era pequeña, siempre vi la luna como eso,
como un pedazo de carne seca, colgada en la ventana,
un llamado de sangre, una campana de corazón muerto y seco,
igual que una rosa ensangrentada sin latir
desde antes de la cópula que me procreó.
FRIGO:
Yo no estaba apto para los pasos de tus palabras cuando la luna,
yo era un soldado inmiscuido en un abrigo lleno de formol,
soñaba con orejas perforadas y con cintas rompiendo pieles,
soñaba con túneles en la mitad de las torres de cualquier otro sueño.
Nunca supe que serías tú la que bailase entonces
sobre esas piedras del primer pueblo,
jamás hubiese creído que serías tú, la primera fuga de la llamarada
en los rostros de los habitantes.
SILICIA:
Solo era dormir, una palabra con estacas, a punto de derrumbarse
sobre todos los hijos, sobre todas las tiendas, y no quise despertar luego,
me encontré ya de ojos abiertos,
con los pies sucios de saliva de caballos,
bailando entre las antenas de los edificios, y como un ave
o un machetazo desde el aire
hacia mi ojo, recordé los gritos, tu pueblo, los rostros,
esa tierra seca como piel de nigromante, donde la sangre
de los hombres y de las bestias, se encerraba en gotas de pan diminuto
para luego cercar la voz o el trueno, cercar ya de púas
una fogata o un abrazo, una ola derretida, de madrugada,
o el sonido de la daga sobre la espalda.
Entonces no recordaba que había bailado hace miles de años
entre el vino y el mármol,
agitando mis pies en ese entonces limpios
sobre la saliva de los senadores.
FRIGO:
Pero esta vez no pido la piedad del desterrado,
hoy vengo a contarte las cifras del banquete opíparo de los astronautas,
vengo a hablarte de colecciones de insectos y de agua hirviente
sobre la espalda.
Hoy he venido a sacar un bote, como una palabra,
como una flecha para flotar sobre ella.
Nunca me pongas atención,
que entonces esto sería el reino, y nos perdiéramos juntos
sobre la primera piedra, lo terrorífico, es alcanzar, entonces, algo.
SILICIA:
No estoy aquí, ni es tu voz,
mañana me levantaré entre las larvas muertas por el piso
y te dejaré la primera carta de la guerra.
Jamás pienses que será designio, esto de mi piel dormida
entre las larvas.
entre las larvas.